
Sin duda alguna, esta es una de las historias que más difícil se me ha hecho escribir. Quiero comenzar por contarles cómo conocí a la protagonista de esta este capítulo. Ambas asistíamos a la Iglesia Mar Azul, en Guaynabo. Decidí integrarme a la iglesia ayudando en El Puerto a dar la bienvenida a las visitas o personas nuevas que asistían a la iglesia. Hacía a penas unos días que me habían diagnosticado Pseudotumor cerebri, aún no lo asimilaba y no sé que sentí en ese momento que contarle a ella mientras acomodamos las cosas del puerto por lo que estaba pasando. Cuando ella me comenta, “no te preocupes, yo tengo un tumor en el lóbulo frontal y no pasa nada”, solo me dan convulsiones de vez en cuando y tomo keppra. Quedé helada, en una pieza y desde ese día hemos sido inseperables. Al escribir esto no puedo evitar llorar, pero ella me dijo, “si yo pasé por todo esto, amén, porque me dio las herramientas para ayudarte”. Fueron largos meses de tratamiento, se convirtió en algo más, luego ambas mejoramos pero siempre nos manteníamos en comunicación.


“En mi debilidad Jesús me hace fuerte”
Jamás olvidaré ese 18 de agosto de 2013. A penas acababa de celebrar mis 30 años en el mes de junio (también es mi mes de cumpleaños) cuando, luego de mi rutina de ejercicios y haciendo el aseo de la casa. Estando sola, sentí que moría cuando mi cabeza comenzó a dar bandazos para la derecha. Cuando me dieron la noticia, resultó ser un oligodendrioglioma en el lóbulo frontal, trata de pronunciarlo, así como es de difícil su pronunciación igual de empinado es el camino que hay que recorrer. Ya no me permitían conducir, debido a las convulsiones para evitar el peligro de tener un accidente de tránsito, tengo un hijo de 16 años y en aquel momento tenía 10 años. Mi hijo dependía de mí para ir a su colegio, a sus prácticas de baloncesto, la cual es su mayor pasión. Esto me causó mucha tristeza y estrés, pues cuando estaba en el carro con mi hijo, era nuestro tiempo de intimidad y conversar. No quería ni quiero perderme ninguna etapa de crecimiento de él.
Recuerdo, en la primera operación, en el 2013, pedirle a Dios: “por favor déjame verlo crecer”, lo cual me ha concedido y doy gloria a él por eso. A mis 30 años jamás pensé comenzar a depender de un medicamento recetado, no me gustan, ya que no apoyo, del todo, la medicina convencional. Siempre he estado más inclinada a la medicina natural, lo que hacían nuestros antepasados que no les dañaban otras áreas del cuerpo. Luego de pasar 6 años me dieron dos convulsiones, lo que creó mucha preocupación en mi familia y llegar a la conclusión de que había algún cambio en el tumor. El tumor que está en mi cabeza es un tumor “maligno”, no se puede sacar completo, así que ya sabíamos de la posibilidad que volviera a crecer. Pues sucedió, creció y además aumentó el grado de complicación (cáncer), ya, ahora tengo que entrar en un tratamiento que, jamás me pasó por la mente que me pasaría a mí, a pesar de que tenía “eso ahí”, el tumor. Estaré 30 días por 6 semanas yendo a un centro de radioterapia y me combinarán el tratamiento con quimioterapia, con esto del COVID-19, visitando oficinas médicas se vuelve aún más tenso este asunto.


La mayoría de los casos se presentan por un cuadro convulsivo. Los oligodendrogliomas ocurren principalmente en el lóbulo frontal afectando la personalidad. La hipertensión intracraneal se combina con dolor de cabeza, uno de los síntomas del tumor. Otros eventos inducidos por un oligodendroglioma incluyen visión borrosa, debilidad motora y disminución cognitiva. Si hay algo que nos distingue a Giesel y a mí es la terquedad que se transforma en perseverancia. No he conocido personas más positivas que nosotras aún en medio de nuestras circunstancias. Si hay algo que detestamos, es que nos miren con pena o lástima. Si hay algo que es inevitable es el miedo, miedo a que la familia sufra, porque si hay algo de lo que estamos seguras, es que estamos sanas, aquí o en la eternidad. Yo estoy confiada en todo el proceso, si mi Dios, Jehová, permitió que yo pasara por esto él mismo me va a dar las fuerzas y la salida. Su voluntad siempre es perfecta y agradable para los que lo aman, yo lo adoro, él es mi Rey y Salvador, dio la vida por mí y también llevó mi enfermedad en aquel madero.
Yo voy a mí, sin miedo, como dice Lúgaro jajaja. Sí, es un terreno desconocido, pero me toca aprender. Soy una persona amada, tengo una familia especial, amantes de Jesús y muchas amistades que, también aman a Jesús tanto como yo. Así que tengo el privilegio de estar muy bien acompañada con un hombre que amo demasiado y mi familia que no me dejan. Sí, extraño poder estar con mi otro amor, mi hijo. Así que lo rapto de vez en cuando para compartir con él antes de comenzar esas primeras 6 semanas (ya ella comenzó el proceso). Un consejo, que no se me puede olvidar; cuando te den un diagnóstico de alguna enfermedad, la que sea, hasta de una “monga”, lee, busca información, qué debes hacer, qué no, qué debes comer, qué no. A mí me ayudó conocer los procesos, esto me ha permitido estar tranquila. Hablo con mis médicos como si fueran mis amigos, con toda confianza, trato de no quedarme con dudas y, si me quedo con alguna, llamo a la secretaria para que lo interrumpa y me aclare la cosa. Por último, una amiga fiel, también paciente de neuro, no ha dejado de estar atenta, me explica en su lenguaje médico, muchas cosas por las que estoy pasando para que las entienda con todo su amor.



Salmo 91
El que habita al abrigo del Altísimo
se acoge a la sombra del Todopoderoso.
2 Yo le digo al Señor: «Tú eres mi refugio,
mi fortaleza, el Dios en quien confío».
3 Solo él puede librarte de las trampas del cazador
y de mortíferas plagas,
4 pues te cubrirá con sus plumas
y bajo sus alas hallarás refugio.
¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte!
5 No temerás el terror de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
6 ni la peste que acecha en las sombras
ni la plaga que destruye a mediodía.
7 Podrán caer mil a tu izquierda,
y diez mil a tu derecha,
pero a ti no te afectará.
8 No tendrás más que abrir bien los ojos,
para ver a los impíos recibir su merecido.
9 Ya que has puesto al Señor por tu[a] refugio,
al Altísimo por tu protección,
10 ningún mal habrá de sobrevenirte,
ninguna calamidad llegará a tu hogar.
11 Porque él ordenará que sus ángeles
te cuiden en todos tus caminos.
12 Con sus propias manos te levantarán
para que no tropieces con piedra alguna.
13 Aplastarás al león y a la víbora;
¡hollarás fieras y serpientes!
14 «Yo lo libraré, porque él se acoge a mí;
lo protegeré, porque reconoce mi nombre.
15 Él me invocará, y yo le responderé;
estaré con él en momentos de angustia;
lo libraré y lo llenaré de honores.
16 Lo colmaré con muchos años de vida
y le haré gozar de mi salvación».
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